sábado, 14 de mayo de 2011

"El mundo ya no tolera la concentración enorme de la riqueza y del poder"

El presidente de la banca vaticana, Ettore Gotti Tedeschi, augura un 'boom' de África tras su democratización

LA VANGUARDIA 13/05/2011 Eusebio Val 

Ettore Gotti Tedeschi, presidente del Instituto para las Obras de Religión (IOR) –la banca vaticana–, es un hombre con notable influencia en el pensamiento económico y social de Benedicto XVI. De ahí que sus reflexiones, hechas ayer en un curso universitario para periodistas que cubren la Santa Sede, puedan ofrecer claves interesantes sobre las actitudes del propio Papa y cómo interpretar sus palabras y gestos.

El banquero vaticano, quien también ejerce de articulista en L'Osservatore Romano, disertó en la Universidad de la Santa Cruz –del Opus Dei– sobre la influencia del catolicismo en la economía a lo largo de la historia. Pero su vehemencia argumental le llevó al análisis de actualidad sobre las revueltas en el ámbito árabe y sobre el impacto que tendrá el auge cada vez mayor de China e India.

Respecto a África, el presidente del IOR auguró que "dentro de 20 años, la mitad de sus 2.000 millones de habitantes tendrá un poder adquisitivo equivalente a la media europea". Entre los países africanos, aquellos ricos en materias primas "harán un desarrollo aceleradísimo después de que hayan creado la democracia". Según Gotti Tedeschi, lo que ocurre hoy con las revueltas en el norte de África "es el típico efecto del mundo global que necesita materias primas; y donde no hay democracia, donde hay cuatro familias que controlan, habrá revoluciones y guerras sin fin, porque el mundo ya no tolera la concentración enorme de la riqueza y del poder".

El responsable de las finanzas vaticanas expresó su inquietud por los valores de potencias emergentes como China e India, donde las raíces cristianas son débiles o casi inexistentes. A pesar de todos los errores e injusticias, Gotti Tedeschi constató que la economía mundial ha estado dominada hasta ahora por dos áreas, Norteamérica y Europa, de tradición cristiana –en las que las personas sienten que deben dar un sentido a sus acciones, igual que Dios dio un sentido a la Creación–, mientras advierte de los riesgos de ser liderados por colosos económicos donde se profesan "religiones sin Dios", muy laxas, como el taoísmo, el confucianismo y el budismo, "por no hablar del fatalismo hindú".

"Cuando China e India tengan un papel importante geopolítico, podrán cambiar el modelo cultural a nivel universal –alertó Gotti Tedeschi–. El mundo estará dominado por quienes tienen una cultura económica, social, de respeto del hombre, que no es la nuestra, es una cultura sin Dios". Puso como ejemplo a China, "que vive hoy un modelo de pragmatismo que para nosotros es casi incomprensible". "Este es el verdadero problema que debemos afrontar en los próximos años, y es lo que creo que preocupa más a Benedicto XVI", agregó el presidente del IOR.

El banquero vaticano reivindicó el papel histórico del catolicismo en el discurso económico, desde el rechazo a la esclavitud a la labor de los monasterios benedictinos o las encíclicas sobre la doctrina social de la Iglesia y la última del actual Papa, 'Caritas in veritate'. Por el contrario, destacó que el protestantismo exacerbó los elementos más individualistas y egoístas del capitalismo, lo que ha llevado, en parte, a la actual crisis financiera. Su síntesis, provocadora, fue la siguiente: "Los católicos somos los únicos que tenemos algo que decir y nunca nos han escuchado".

Bajo investigación judicial

Ettore Gotti Tedeschi está todavía siendo investigado por la fiscalía de Roma por su presunta responsabilidad, al frente del IOR, en operaciones sospechosas de lavado de dinero vinculadas a un escándalo de corrupción política en el Gobierno de Berlusconi. El alto ejecutivo bancario lo ha negado de manera tajante desde el primer momento, alegando, por el contrario, que, desde que llegó al cargo, en septiembre del 2009, se ha dedicado precisamente a adaptar el IOR a las estrictas normas internacionales para evitar el lavado de dinero. El problema es que la banca vaticana arrastra una leyenda negra que resulta difícil de superar. En los años ochenta del siglo pasado, bajo el pontificado de Juan Pablo II y siendo presidente del IOR el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, fue protagonista de un gran escándalo financiero por la quiebra del Banco Ambrosiano. Afloraron entonces conexiones de la banca vaticana con la mafia y con la logia masónica P-2.

Un mundo a la intemperie,

Todavía colea en la cartelera Inside job, el más pavoroso relato de terror de los últimos años. Exhibido en contadas salas, el documental revela los delirios y desmanes financieros que hace tres años abrieron la sima en que nos despeñamos. Los principales responsables fueron, no cabe duda, un nutrido puñado de bancos, tinglados crediticios y agencias de evaluación a cuyo lado las arterías de mafias y camorras semejan juegos de niños. Pero también, en modos y grados diversos, buen número de organismos internacionales y estados; de entidades regionales y locales; de medios de comunicación y centros de instrucción, amén de millones de súbditos embaucados no sólo por las artimañas de los delincuentes de traje y corbata, sino por sus propios ensueños de posesión sin freno.

Desazonado en la sala a oscuras, el espectador reconoce ciertos signos de la histórica mutación que, a guisa de opaca salmodia, la opinión publicada suele llamar crisis. Como si se tratase de un brete del que Europa y Occidente saldrán renovados e intactos, tarde o temprano; y como si su índole fuese económica en sustancia, y por tanto curable gracias a los abracadabras y misterios que los oficiantes de la pertinente disciplina custodian. Y se rebulle en la butaca según comprende que esta no es una coyuntura fugaz, sino una metamorfosis que parirá un mundo muy diferente al que vive.

Además de los que expone el documental, los síntomas son palpables. El efímero Estado de bienestar está quebrando a ojos vista, desmantelado por los mismos poderes fácticos a los que ha regalado trozos ingentes del público erario. La constelación neocon, inductora principal de la debacle, pervierte el legado del liberalismo y corroe con su cínico vitriolo el ideal de la democracia y su praxis. Las laboriosas conquistas del movimiento obrero y la sociedad civil son inmoladas en el ara del dios Progreso y sus santos Mercados: inequívocos perpetradores del latrocinio erigidos en sus acreedores implacables. La genuflexa socialdemocracia se debate por respirar al tiempo que, huérfana de idearios y utopías, ejecuta las órdenes de los que mandan a costa de los ciudadanos. El proyecto de Unión Europea – un crucero botado tras 1945 con sangre, lágrimas y sudor-hace aguas mientras los nacionalismos grandes y chicos campan por sus fueros, la periferia del continente se arruina y el imperio global lo deserta en favor del capitalismo autoritario de Extremo Oriente y los Brics, cuya amenaza pende incluso sobre EE.UU. Las tradicionales estructuras de acogida que antaño encauzaban la socialización – educación y ciudad, familia y afectividad, religión y culto- llevan décadas deteriorándose sin que ninguna otra instancia, a excepción del ciberentorno y los medios clásicos, se encarguen de recoger su testigo. Y, entre tanto, sujetos y colectivos asisten a la colosal muda entre perplejos y amedrentados, más inermes aún cuanto más se confían a la espectacular pasividad que fomentan los ídolos del tiempo, sean balompédicos, consumistas o identitarios.

Son sólo algunos relevantes rasgos de la alteración en curso, elegidos adrede entre otros con los que integran un encaje alarmante: el “mundo dado por garantizado” está viniéndose abajo a ritmo vivo, y con él el haz de hábitos, implícitos y referencias que hacen viable la relativamente armónica convivencia. Lo que hoy se halla en trance de extinción es la variopinta herencia que las generaciones se transmiten, ese acervo de creencias e ideas, instituciones y procederes que permiten construir – crítica y heterodoxia incluidas-una sociedad no sólo hospitalaria para sus miembros, sino para los que habrán de serlo mañana.

La humana existencia es y será siempre problemática e imprevisible, de ahí que la pérdida de derechos y garantías que por doquier se percibe conlleve la de una frágil y preciosa salvaguarda. Sin ella tiende a envilecerse el vivir, recíproca depredación que el romántico Géricault pintó con negra maestría en el cuadro La balsa de la Medusa.Como en esa chalupa de pesadilla, el naufragio en ciernes amaga cobrarse innúmeras víctimas y condenar a los resistentes a disputar y bregar sobre exiguas balsas, no sólo arrostrando la procelosa deriva en mar abierto, sino el extravío de los vínculos éticos, políticos y educativos que deberían orientar el bogar de todos. ¿Estará en nuestra mano, empero, rehacer la responsabilidad, confianza y lealtad que fundan toda convivencia cuando la galerna remita? ¿Legaremos un habitable porvenir a nuestros herederos, o apenas el aquelarre de lobos que Hobbes temió en su dictum famoso?

Un mundo que se soñaba próspero y a salvo se descubre de buenas a primeras a la intemperie, cada vez más ayuno de razonables garantías y derechos, y expuesto al acoso de hienas y demagogos, especuladores y chacales. Y se sorprende, ante todo, huérfano de las cartografías que la educación procuraba cuando no era aún adoctrinamiento crudo, y estafado por un complejo de dominio que está trocando la democracia en parodia, la naturaleza en vertedero, la ciudadanía en público y, en suma, su expoliadora voracidad en religión profana. En el instante de rematar estas líneas, la muerte de Bin Laden trasciende a los noticiarios, liquidado sin juicio ni garantías en un sombrío augurio de tiempos peores.

ALBERT CHILLÓN ,profesor titular de la Universitat Autònoma de Barcelona y escritor LLUÍS DUCH, antropólogo y monje de Montserrat.

Fuente: LA VANGUARDIA, 12 de mayo de 2011